Antes del periodo revolucionario, Santa Cruz de la Sierra dependía de la Intendencia de Cochabamba, que estaba gobernada por el Intendente Francisco de Viedma; de igual manera, Santa Cruz tenía como Gobernador Subdelegado a Antonio Seoane de los Santos; sin embargo, estas autoridades, que eran reconocidas por toda la población, lamentablemente murieron en los momentos de mayor tensión en Charcas (Viedma en junio de 1809 y Seoane en abril de 1810).
El fallecimiento de estos notables gobernadores dejó un vacío de liderazgo e institucionalidad que fue aprovechada para generar un clima de insurgencia y rebeldía que terminaría por manifestarse el 24 de septiembre de 1810.
Asimismo, la historiadora cruceña Paula Peña señala que la rebelión de septiembre es resultado de dos décadas de tensiones que vivió la Gobernación de Santa Cruz de la Sierra, las cuales estuvieron marcadas por una serie de reformas que el imperio español impuso en América, que fueron conocidas como reformas borbónicas y que, en el caso cruceño, afectaron a todos los estamentos de la sociedad. Además, añade que, después de la expulsión de los jesuitas, las antiguas misiones de Moxos y Chiquitos se convirtieron en gobiernos militares. Las reformas administrativas también afectaron, porque se trasladó la capital de la Gobernación a Cochabamba, algo que resintió a la élite local, porque perdieron los beneficios de ser capital, lo que conllevó una pérdida importante por la salida del Gobernador, de la Tesorería Real y de las Cajas Reales. Finalmente, los tributos personales impuestos a los indígenas desde 1787 generaron tensiones en los indios tributarios.
Por otro lado, tres meses después del levantamiento de Chuquisaca, a mediados de agosto de 1809, ocurrió una conspiración de los esclavos negros apoyados por otros sectores populares, que para algunos historiadores reviste importancia histórica como antecedente de la revolución septembrina y su contribución a la creación de la República. Esta conspiración a causa del abuso de poder fue el germen de un sentimiento de rebeldía, donde se destaca la organización de los sublevados y el logro de poder conformar una alianza entre esclavos de varias comarcas, negros libres portugueses e indígenas, aunque con limitaciones para la revuelta que finalmente no tuvo éxito.
A inicios de 1810, regresó de Chuquisaca a Santa Cruz de la Sierra don Antonio Vicente Seoane y Robledo, formado como abogado en la universidad de San Francisco Xavier. Llegó junto a otros jóvenes criollos, todos comprometidos con las modernas tendencias políticas de la época, como el principio de la soberanía popular, arribando a su tierra con consignas claras y definidas para aplicarlas en su lugar de origen.
Antonio Vicente Seoane, hijo del desaparecido Antonio Seoane de los Santos, regresó a Santa Cruz muy convencido de las ideas de emancipación y también ansioso por ser partícipe de la construcción de un nuevo modelo político, es más, habría participado en el movimiento revolucionario del 25 de mayo en Chuquisaca, metido entre el populacho, sugiriendo ideas subversivas.
Además, los promotores del movimiento en Santa Cruz de la Sierra, aprovechando que había quedado una situación tensa por la conspiración de los esclavos un año antes, buscaron aliados entre los artesanos, indígenas, negros y mulatos para que se unan a la causa revolucionaria. Asimismo, se contactaron con personas que contaban con conocimiento y entrenamiento militar, argumentando la debilidad del poder real en ese momento de zozobra, por los levantamientos subversivos en otras regiones de Charcas, así como el triunfo de la Junta de Buenos Aires; también se objetó la precariedad del gobierno de la subdelegación, presidido por Pedro Toledo Pimentel.
De igual manera, para reforzar el poder armado, trabajaron al interior del cuerpo de milicias locales, preferentemente con las más experimentadas, como la guarnición militar del fuerte del Membiray, en Cordillera, cuyo subjefe era el Coronel Antonio Suárez, que se plegó al levantamiento; no así su jefe, el Coronel José Miguel Becerra, quien se negó a participar del movimiento y permaneció leal a las autoridades constituidas.
Con la noticia del triunfo de la sublevación en Cochabamba se precipitaron los acontecimientos, en un ambiente ya sembrado con las nuevas ideas revolucionarias y también conocedores del avance del primer ejército auxiliar que venía desde Buenos Aires rumbo a las provincias altas. De tal manera, la tarde del 24 de septiembre de 1810 se subleva el pueblo cruceño, con el amotinamiento de las milicias, el desconociendo a las autoridades realistas, la destitución del gobernador interino Pedro Toledo Pimentel y el llamado al pueblo para concurrir a cabildo abierto.
“Antonio Vicente Seoane y el Coronel Antonio Suárez seguidos por una muchedumbre se apersonaron al Cabildo pidiendo el apoyo a la Junta de Buenos Aires. El Cabildo, a la cabeza del Alcalde Francisco Javier de Cuellar y los regidores José Joaquín Aponte y José Vicente Arias, a nombre suyo y del pueblo, desconocieron al gobierno presidido por el Gobernador interino Pedro Toledo Pimentel”. (Soux, 2015, pág. 191)
Se reunió el Cabildo Abierto, donde avalaron las decisiones tomadas y formaron una Junta de Gobierno, siendo elegido como presidente el doctor Antonio Vicente Seoane, mientras que el Coronel Antonio Suárez asumió las funciones de Comandante de Plaza; estuvieron acompañados del sacerdote José Andrés Salvatierra y don Juan Manuel Lemoine. Este nuevo gobierno estuvo apoyado por el argentino Eustaquio Moldes y el cochabambino Melchor Guzmán.
Una vez formada la Junta de Gobierno, los enviados salieron a difundir los ideales de la Patria a todos los Partidos de Santa Cruz de la Sierra, que en esa época estaba compuesto por: Mojos, Chiquitos, Cordillera, Vallegrande y la ciudad capital, logrando el apoyo en todas las regiones.
Sin embargo, la Junta fue disuelta después de la derrota patriota en Huaqui y el retiro del primer ejército auxiliar en octubre de 1811, fecha en que el poder retornó a manos realistas.