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Carnavales de antaño en Chuquisaca. Tradiciones que perviven en el tiempo

El carnaval de Chuquisaca, particularmente de su capital, Sucre, tiene un origen indudablemente europeo.  Según el historiador Pedro Ramírez de Águila, en un escrito del siglo XVII, las carnestolendas comenzaban el 20 de enero con una gran fiesta el día de San Sebastián, y a partir de entonces transcurrían las festividades con grandes meriendas, algarabías, cenas y regocijos populares.

Los días de carnaval continuaban estas actividades y comenzaba el tradicional juego con agua; así también, las gentes retozaban con cascarones de huevo rellenas con agua y perfumes de azahar, los cuales eran arrojados junto con frutas, como membrillo, manzana y durazno.

Los tres últimos días de la festividad participaban los indígenas en grandes pedreas, que eran verdaderas batallas donde resultaban heridas muchas personas, lamentando también ocasionalmente el fallecimiento de algunos participantes.

Una vez concluido el carnaval, se entraba a la época de la Cuaresma, que es el tiempo litúrgico de preparación para la Pascua.

Durante la tercera década del siglo XIX,  el naturalista francés Alcides D’Orbigny, mediante un interesante relato  describe las carnestolendas sucrenses, donde destaca el desmedido y muchas veces violento juego con agua: “Proyectiles de cáscara de huevo cargadas de agua, damas echando agua desde los balcones, jóvenes que recorrían las calles de la ciudad con desbordada alegría y que no reparaban en subir a los balcones desde la calle, a través de escaleras que para tal efecto transportaban, para disputar violentos combates acuáticos con las damas que tácitamente los invitaban a la realización de aquellos actos”.

En los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, la industria minera tuvo su época de esplendor, con el auge de la plata. En este sentido, el carnaval de Sucre era el más grande de Bolivia, por cuya popularidad se constituía en el destino turístico preferido para visitar. Este carnaval se distinguía por su exquisita gastronomía, sus confituras y también su abundante fruta. Llamaba mucho la atención las fiestas de disfraces en la ciudad y la alegría que desprendían los jóvenes en las calles.

El domingo de carnaval era el turno de las pintorescas carrozas, y los días lunes y martes hacían su entrada múltiples comparsas al son de bandas con instrumentos de viento metálicos o también estudiantinas con instrumentos de cuerda. Los comparseros recorrían la ciudad arrojando cascarones con agua perfumada, recibiendo a la vez abundante agua desde los balcones; asimismo, obsequiaban confites y monedas a grupos de niños y personas pobres. En este recorrido, las murgas visitaban las casas de las otras comparsas y de los padrinos, donde compartían comida, bebidas y se regocijaban con los bailes.

Estas tradiciones se mantuvieron más o menos constantes hasta los últimos años de la década del 70, de ahí en adelante el carnaval sucrense se fue transformando aunque mantuvo sus características esenciales. En este sentido, al finalizar esa década, el presidente Hugo Banzer Suárez limitó la fiesta del carnaval a solo los días sábado y domingo, aunque esta disposición tuvo una vigencia efímera, restableciéndose los siguientes años los días acostumbrados de fiesta.

Actualmente el tradicional juego con cascarones de agua perfumada aún persiste en la capital, así lo refiere el abogado y folklorista Joaquín Loayza Valda: “El juego con cascarones no solo es una tradición, sino precisa de un espíritu lúdico que expresa una constancia sin límites. El proceso se inicia meses antes del carnaval, quizá al día siguiente del miércoles de ceniza, y supone una disciplina culinaria que no debe abandonarse jamás. La cáscara de los huevos no solo debe conservarse y almacenarse adecuadamente, sino, al momento de quebrarse se debe tener el cuidado de abrir un solo hueco en uno de sus extremos y lavarse inmediatamente. Una vez guardados, en los días previos del carnaval, se los llena con agua, a veces perfumada y, finalmente, se los tapa con un corte de tela empapada de cebo. Los cascarones con agua se arrojan desde la distancia en los combates entre las comparsas y los llenados con perfume sirven para galantear con las damas”.

Fuente:

www.pieb.com.bo