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La Diablada de Oruro

La danza de diablos en la región orureña ya era conocida antes de la fundación de la Villa de San Felipe de Austria (1606). Danza y auto sacramental de carácter popular para solemnizar la fiesta devocional a un Santo Patrono, similar a las tradiciones europeas. Con un diablo o muchos diablos, el espíritu del mal estaba presente en la fiesta popular del continente americano. Las diferentes cofradías de artesanos, en su fiesta patronal, realzaban el acontecimiento con la representación de la lucha del bien y el mal. El bien representado por un Ángel y el mal por uno muchos diablos.

Con el pasar del tiempo, la danza fue la preferida en algunos gremios, y sus protagonistas se especializaron en determinado papel del auto sacramental. Cuando se inicia la fiesta dedicada a Nuestra Señora del Socavón (1790), la comparsa de diablos ya era de antigua data. Los diferentes gremios de la Villa de Oruro, cuando se hicieron devotos de la Virgen del Socavón, tenían diversas comparsas para elegir; en consecuencia, los pasantes determinaban con qué danza llegaban al templo del Socavón.

Diablada es la palabra que ya se utiliza en el siglo XIX por los señores de la ciudad, cuyo estamento de citadinos más “sobresalientes”, identificados con la cultura europea y poseedores de un mayor poder económico, despreciaban las manifestaciones de los nativos y mestizos de la región. Las artes nativas musicales y de danza solo servían para su distracción en las fiestas de sus haciendas rurales. Lo mestizo, en sus manifestaciones culturales, a pesar de tener origen europeo, era mal visto porque representaba a la “cholada”. La comparsa de diablos, que era propia de los artesanos de Oruro, no pasó de ser una “diablada”.

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