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Las Republiquetas o la Guerra Irregular

Según Karl von Clausewitz, la guerra es “la continuación de la política por otros medios”; con tal consideración, diremos que el conflicto armado que tuvo lugar en Charcas entre los años 1809 y 1825 fue resultado del choque de visiones políticas antagónicas entre sí, enmarcadas en contextos globales y locales. De los contextos globales, que extendieron su conflicto a la América colonial, ya hicimos referencia anteriormente cuando hablamos tanto de la pugna entre las tendencias absolutistas y constitucionalistas de Europa como de la arremetida napoleónica. Sobre los contextos locales no podemos hacer abordaje sin referirnos a un tipo de fenómeno muy particular llamado “las republiquetas”.

De acuerdo a la historiografía militar, con el estrepitoso fracaso de las campañas militares argentinas en el Alto Perú, signadas en última instancia por la Batalla de Sipe Sipe en 1815, el territorio de Charcas quedaba nuevamente a merced de la corona española. En el territorio, de lo que hoy conocemos como Bolivia, no vuelve a ocurrir otra campaña convencional durante la guerra de la independencia. Era obvio que, para afrontar a los realistas, los patriotas debían recurrir a estratagemas bélicas diferentes, para ello los caudillos locales se organizan haciendo uso de las pocas ventajas efectivas con las que contaban: el vasto conocimiento de la geografía y su cercana vinculación con la conciencia popular.

Entonces, ¿qué fueron las republiquetas?

Parece ser que el término se acuña gracias al presidente argentino e historiador Bartolomé Mitre, quien escribe en “Historia de Belgrano y de la independencia argentina” que estas se trataban de las mismas montoneras que se producían en el Tucumán, sólo que desarrolladas en un territorio conocido como Alto Perú (Del Niño Jesús Trejo, 2019). Al parecer, el término “montonera” resultaba peyorativo, puesto que se le atribuía “ferocidad brutal y espíritu terrorista”.

Por otro lado, “republiqueta” resultaba una abstracción más acorde con los ideales que se deseaba transmitir, pues, en palabras de Del Niño Jesús Trejo, denotaba “una organización político-social que, pese a su estado embrionario procura el sano objetivo de toda Nación, de alcanzar la igualdad de los hombres ante la ley contra el abuso de una eventual dominación, no sólo extranjera, sino también contraria a su tradición y espíritu patriótico” (Del Niño Jesús Trejo, 2019). Aunque estas son conjeturas, ayudan a sostener una tesis lógica: que los argentinos pensaban que estas guerrillas llamadas republiquetas tenían, al menos, pretensiones de conformar estructuras políticas autónomas.

Como se acaba de mencionar, otro término que se utilizó fue el de guerrilla, asociado al de “petite guerre”; aquellas batallas esporádicas y sorpresivas realizadas contra Napoleón en España a raíz de la disparidad de fuerzas. La guerrilla sería un “diminutivo de guerra, y de esta forma difundido a través de la historia universal como sinónimo de guerra de baja intensidad con procedimientos de combates irregulares a los estándares de los ejércitos de entonces” (Íbid).

Por lo antes visto, deducimos que las republiquetas serían ese tipo de acciones bélicas o combates irregulares muy particulares, de lo que, en aquellos tiempos, se denominarían el Alto Perú. Sin embargo, hay algunos matices más que debemos mencionar.

Charles Arnade concibe a la republiqueta de Larecaja, al mando de Ildefonso de las Muñecas, pero lo hace como parte de un sistema de “pequeñas repúblicas guerrilleras”, con un jefe principal. Para este historiador existieron seis de estas divisiones político militares e incluso les asigna un área geográfica de asentamiento.

Por su parte, José Luis Roca, en su libro “Ni con Lima ni con Buenos Aires” se refiere así a lo que llama el “Estado revolucionario de Ayopaya”:

“…poseía los elementos básicos de un estado moderno: territorio, población, gobierno y reconocimiento internacional. Su capital era ambulante y se trasladaba de acuerdo a las necesidades de la guerra (…). Sus rentas provenían de contribuciones voluntarias o forzosas de los hacendados, curas o funcionarios. Los indios, a quienes se había eximido del pago de tributo o alcabala, contribuían, no obstante, con víveres, granos y ganado. La pequeña y aguerrida república tenía una superficie de unos 1.400 kilómetros cuadrados.”

En sentido contrario, no son pocos los historiadores que guardan recelo por el uso indiscriminado de esta acepción. Enrique Finot piensa que el término es inadecuado porque no existió una lucha de pequeñas repúblicas o cuerpos políticos provinciales. Más bien, habrían existido “partidas móviles” que se desplazaban de un lugar a otro con gran rapidez, se dispersaban de ser necesario y se volvían a reunir de acuerdo a las circunstancias.

Emilio Bidondo secunda lo anterior aduciendo que los guerrilleros “jamás se habrían sentido como integrantes de un Estado soberano, autónomo o independiente. Sus relaciones habrían sido de tipo castrense y siempre subordinadas a la autoridad de la junta de Buenos Aires (Mamani citando a Bidondo. 2019, pág. 20). Por lo tanto, habría existido un nivel de coordinación conjunta supeditada al mando del gobernador intendente de Cochabamba, Antonio Álvarez de Arenales, designado por Manuel Belgrano.

Según la historiadora María Luisa Soux, quien propuso la tesis del mando unificado, las posiciones guerrilleras cubrían zonas contiguas a las del ejército del Rey, pero marginales. Los guerrilleros se movilizaban por los valles de Larecaja, Sicasica y Ayopaya hacia Vallegrande, frecuentando también Tomina, Cinti y parte de Tarija.

Finalmente, como conclusión, nos asentaremos en la idea del historiador Roger Mamani, quien desarrolló la idea de que los movimientos insurreccionales irregulares a los que hacemos referencia, no fueron una simple guerrilla ni una montonera, sino una división militar con un mando establecido único que recayó en la figura de Eusebio Lira. Por tanto, estaríamos hablando de un tipo de gobierno militar no político, “destinado a resolver las contingencias que afrontaban sus soldados o a mejorar su fuerza combativa”.