Autor de la obra: “Yo soy el primer poblador que entró en este valle”
Garci Ruiz de Orellana. Orígenes de la Villa de Oropesa (1548 – 1593)
Por: Lic. Rolando A. Balderrama
Terminada la exposición de la documentación compulsada en la presente obra, basada fundamentalmente, como se dijo en principio, en la recopilación paleográfica de las “fuentes primarias” (manuscritos de difícil lectura) que datan del siglo XVI, de los albores mismos del nacimiento de nuestro amado terruño cochabambino, cabe pues preguntarse:
¿Es meritorio recuperar la memoria histórica de Garci Ruiz de Orellana como el primer poblador hispano que se asentó en estas cenagosas tierras de Canata, cuna de la naciente Villa de Oropesa, futura ciudad de Cochabamba y zonas circunvecinas?
¿Merecerá al igual que el capitán Gerónimo de Osorio, fundador de la Villa de Oropesa, un lugar privilegiado en la memoria de los cochabambinos y por qué no de los nacionales?
Creo yo que el mérito que puede encontrarse en el español Garci Ruiz de Orellana es su espíritu visionario y de progreso que claramente identificó, tanto en el pasado como ahora, al cochabambino emprendedor o foráneo que busca prosperar en estos generosos valles de clima agradable y templado idóneo para el asentamiento humano que gracias a su situación geográfica que lo conecta con diferentes departamentos pujantes de nuestra patria a tal punto que en determinado momento se lo llegó a llamar núcleo de la integración nacional. Se podría hablar mucho más sobre las características plausibles que acreditan a los valles cochabambinos como a sus habitantes sobre el papel que desempeña no sólo en su desarrollo económico a nivel nacional, sino también en lo político, intelectual, empresarial, artístico, gastronómico, etc., que lo distingue de otros centros poblacionales de nuestro país.
No podríamos relacionar a Garci Ruiz de Orellana como un héroe de nuestro pasado histórico y mucho menos como un personaje que luchó por encontrar una identidad nacional independiente a su propia naturaleza hispana. Fue un hombre que vivió su época, avivado por su lealtad por el monarca, su patria y Dios sobre todas las cosas. Un hombre con clara visión de futuro que buscó prosperidad en estas tierras incógnitas reclamadas por la Corona española a quién debía su rendido vasallaje. Un hombre con marcados defectos y virtudes como lo somos todos los seres humanos. No fue un conquistador sanguinario como son catalogados todos los de esta clase que invadió tierras y espacios propios de los naturales a fuerza de espada y armas. Fue más bien un hispano que buscó el acercamiento y su relación directa con los naturales, ya sea por fines estrictamente particulares como buscando beneficio económico mutuo como lo hicieron muchos los de su clase que se asentaron en estas tierras, eso sí, “sin perjuicio de tercero y de la rreducçión delos yndios por ser cosa a que se debía tener mucha consideración” como estaba normada entonces la adquisición de tierras para su producción agrícola y pecuaria.
Fue también una de las características de los hispanos que se asentaron en estos valles el intimar muy estrechamente con los naturales, porque como bien lo dice el meritorio escritor cochabambino Augusto Guzmán: “En ninguna parte del Alto Perú como en Cochabamba, el español convive con el terrícola. En Potosí, Charcas, Oruro y La Paz los españoles consideran al indio simplemente como bestia de carga y de explotación económica, ajeno al contacto personal. La eglógica y oxigenada soledad del campo valluno induce al peninsular a aproximarse al indio, a intimar con él por semejanza humana, a participar de sus viandas y de su chicha, a contagiarse de sus costumbres y a dominar su lengua, bien desde un plano privilegiado, para crear una sociedad mestiza, que teniendo en sus venas fundida la sangre de ambas razas, se expresa en los dos idiomas desde principios del coloniaje hasta nuestros días”. Esta estrecha relación con el indígena dio origen desde un principio al nacimiento del mestizaje que claramente distinguió al cochabambino desde los primeros años coloniales caracterizándolo como un personaje de claro ejemplo de arrojo, coraje y heroísmo que lo distinguió y encumbró a nivel internacional por su participación en las luchas libertarias de nuestra amada patria. Mucho se habla en estos tiempos de reivindicaciones sociales que buscan recuperar la memoria histórica de grandes próceres principalmente indígenas exaltando sus hazañas heroicas en su lucha por la emancipación de nuestros pueblos americanos que ofrendaron su vida por legarnos una patria mejor. Estos caudillos merecieron además en estos tiempos su reconocido homenaje por la defensa de las clases más desprotegidas que antes como aún hasta ahora siguen postergadas en sus más vitales anhelos. Pero aun así fueron reconocidos por ser hijos originarios de esta nación a quienes doy mi rendido homenaje, admiración y respeto.
Pero qué se conoce sobre aquellos héroes anónimos hispanos y criollos que aportaron al crecimiento de nuestras ciudades y por ende al fortalecimiento de nuestra patria. Nuevamente nos remontamos a los últimos años coloniales y los que precedieron al nacimiento de nuestra república que según la visión de muchos de nuestros contemporáneos, la época colonial pareciera que estuviera marcada por la división entre opresores y oprimidos. Pero no siempre fue así ya que muchos de nuestros héroes, principalmente criollos y aún hispanos, salieron de este primer grupo destacándose por su preclara visión de reivindicación de los derechos humanos y mente revolucionaria que buscaban romper con el autoritarismo, despotismo y segregacionismo de las autoridades de entonces.
Me pregunto nuevamente ¿será acreedor Garci Ruiz de Orellana de un reconocimiento por parte de nuestras autoridades y nosotros los cochabambinos por haber elegido este terruño para prosperar como los hacemos día a día todos los que vivimos en esta tierra prodigiosa?. Algunas calles, avenidas, plazas y parques de nuestra capital llevan nombres de personajes que contribuyeron al desarrollo de nuestra región, de nuestro pensamiento, de la Cochabamba siempre heroica. El calidoscopio del relevante heroísmo de Alejo Calatayud, Martín Uchu, Esteban Arze, Francisco del Rivero, Melchor de la Villa y Guzmán llamado “el Quitón”, Bartolomé Guzmán, las Heroínas, Mariano Antezana, Ignacio Ferrufino, Manuel de Eras y Gandarillas, Pedro Blanco, Aniceto Padilla, Nataniel Aguirre, Néstor Galindo, Gualberto Villarroel, Roberto Hinojosa, y multiplicados héroes oriundos del corazón de Bolivia, gritaron su valor humano antes de exhalar la vida. Cochabamba indígena e hispana, cuna de la poesía y el combate ideológico: Adela Zamudio, Man Césped, Lara, Urquidi, Arze, Guzmán, Unzaga, Cuadros, Montenegro, Quiroga Santa Cruz, en la turquesa del valle.
¿El alma de los descendientes de los seres primigenios descubiertos en los repositorios históricos, vibra hoy en pos de la libertad, la reivindicación de los derechos humanos, la dignidad, siempre presta a romper la cadena de la esclavitud, el autoritarismo, el despotismo y la segregación?
Por eso digo, Sí, el visionario hispano Garci Ruiz de Orellana merece un lugar en nuestra memoria histórica.
Fotografía principal: Cementerio público en el año 1912 – Rodolfo Torrico Zamudio