Dra. Vanessa Orellana
Muchas veces los padres se encuentran en una encrucijada ¿Hay que dejar que los hijos tomen sus propias decisiones y asuman riesgos? ¿O hay que cuidarlos de todo lo que se cree que puede dañarlos? La decisión es difícil, sobre todo por las experiencias previas de la vida de los padres que muchas veces no necesariamente coinciden con lo que será la vida de sus hijos; es por eso que a menudo nos encontramos con padres que sobreprotegen a sus niños, esto es algo muy fácil de notar en otros, pero que pocas veces se nota en uno mismo.
Para hablar de la sobreprotección es importante dar una definición de esta palabra y explicar cómo se presenta; según el criterio de la psicóloga Vanessa Orellana “la sobreprotección se define como el exceso de cuidado y/o protección de los hijos por parte de los padres”. Este exceso de cuidado, según la especialista, obedece al temor del adulto respecto al hecho de que sus hijos crezcan y comiencen a ser independientes. Esta es una sensación más frecuente en las madres por el vínculo que existe entre ellas y sus hijos; aunque esto no quiere decir que los padres no lo experimenten, pues ellos también pueden tener conductas de sobreprotección frente a sus pequeños.
En efecto, la sobreprotección supone una dedicación absoluta al cuidado de los niños, hasta el punto de intervenir en cualquier tipo de situación conflictiva que se les presente, con lo que se impide su aprendizaje dando lugar a problemas en el desarrollo madurativo. “Algunos padres tienen dificultad para soltar esas ataduras y prefieren no hacerlo, sin darse cuenta de que hacer los deberes por ellos, no dejarlos nunca con otras personas, controlar sus amistades, etc. perjudica su desarrollo y puede causar el efecto contrario retrasando su progreso psicológico, intelectual y social; además de convertirlos en adultos inseguros, miedosos, estresados, dependientes de los demás, con problemas en sus relaciones sociales y con poca tolerancia a la frustración”, explicó la licenciada Orellana.
Es importante dejar que los niños enfrenten las dificultades que se le presenten y traten de solucionarlas solos. Cada niño debe tener su espacio, es decir, no estar permanentemente controlado por sus padres en las actividades que realice. Esto permitirá que el niño piense por sí solo, asuma nuevos retos, tome la iniciativa y decida.
Por otro lado es recomendable que el niño pase algún tiempo con otras personas para establecer lazos afectivos e “independizarse” un poco de sus padres. Asimismo, se debe tratar al niño de acuerdo a su edad. Permitirle que coma solo o se vista cuando ya sea capaz de hacerlo; y a medida que va cumpliendo años, aumentar los retos y responsabilidades de crecer. En realidad, sobreproteger a un hijo es lo contrario de respetarlo: es suponer que el niño por sí mismo no es capaz de casi nada, que todo tenemos que hacerlo nosotros.
Orellana asegura que la sobreprotección puede significar un reflejo de nuestros sueños frustrados, pretendemos que nuestros hijos hagan lo que nosotros no pudimos, olvidando el detalle de preguntar si ellos quieren seguir ese camino. Asimismo, el excesivo control podría esconder un sentimiento de culpa por falencias en la crianza de nuestros hijos, como ser el poco tiempo de calidad con ellos, poco interés en sus actividades, etc.“Sólo tenemos que mirarlos y escucharlos con el corazón abierto para saber qué necesitan”, concluyó.